Charles Edouard Jeanneret, más conocido como Le Corbusier, es uno de los más claros exponentes del Movimiento Moderno, junto con Frank Lloyd Wright, Walter Gropius, Alvar Aalto y Ludwig Mies van der Rohe, y uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX. Produjo obras maestras tales como la capilla de Ronchamps, pero también dejó un legado trascendente en sus pinturas, sus muebles y su obra teórica. El diseño de muebles fue una consecuencia lógica del trabajo de Le Corbusier. En ellos utilizó el mismo rigor racional que aplicó en la concepción de su obra arquitectónica: simplicidad de líneas y funcionalidad. En sus piezas de mobiliario también se expresó la necesidad de cumplir con los preceptos funcionalistas para traducir “la máquina para vivir” en “la máquina para sentarse”.

Nacido en Suiza en 1887, su padre era artesano en el seno de una familia de relojeros suizos y su madre, pianista y profesora de música. En 1900 comienza su aprendizaje como grabador y cincelador en la Escuela de Arte de La Chaux-de-Fonds, en Suiza. Allí, uno de sus profesores lo orienta hacia la pintura y después hacia la arquitectura.

Sus primeras obras son extremadamente escolásticas y no llevan el estilo característico que luego lo distinguiría. En 1907 inicia una serie de viajes a través de Europa que concluye 10 años después.

En 1918,  junto con el artista Amédée Ozenfant, Le Corbusier desarrolla una nueva teoría sobre el diseño y la arquitectura. Esta teoría se concreta, finalmente, en la definición de la vivienda como "la máquina para vivir", donde el diseño y la arquitectura se simplificaban y se desterraba todo aquello que era innecesario o superfluo. Muchas de estas viviendas estaban diseñadas para construirse en serie allí donde hiciera falta.

En 1922, Le Corbusier comienza a trabajar con su primo Pierre Jeanneret -con el cual mantuvo una asociación hasta 1940-, y es en esta época en la que emprende sus primeras incursiones en la decoración de interiores. 

La Exposición de Artes Decorativas, celebrada en París en 1925, fue el impulso definitivo para que se lanzara al diseño de muebles. El reto consistió en reformular la imagen del espacio interior en concordancia con los preceptos de la revolución racionalista.

Un año después, en 1926, Le Corbusier publica “L’art décoratif d’aujourd’hui”, un ensayo en el que plantea la reevaluaciónde los conceptos estéticos en los que se basabanlas artes decorativas hasta el momento. Allí examina los objetos de la vida cotidiana contemporánea condenando los que tienen decoración y celebrando aquellos sin ella. La mentira de la decoración, argumenta, es que está añadida a los objetos como un tipo de máscara. Esta eliminación de la decoración es presentada como el gesto necesario de una sociedad civilizada.

De hecho, la civilización es definida en términos de la eliminación de lo “superfluo” en favor de lo “esencial”, y el paradigma del exceso no esencial es la decoración. Su eliminación libera un nuevo orden visual. Le Corbusier describe la civilización como un paso gradual desde lo sensual hacia lo intelectual, desde lo táctil a lo visual. Desde esta perspectiva, las “caricias de los sentidos” de la decoración deben ser abandonadas progresivamente en favor de la armonía visual de la proporción.

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