Hoy en día, la mayor parte de las personas desarrollan sus actividades dentro de un entorno artificial. Pero, aunque nos hemos acostumbrado a trabajar bajo techo, sin luz natural y privados del contacto con la naturaleza, lo cierto es que nuestra biología -adaptada a las condiciones del mundo natural del paleolítico- no se ha podido acomodar completamente a estos cambios. Como resultado de este desajuste han comenzado a aparecer ciertas patologías relacionadas con el estrés y la inactividad física. El desafío, según explica Víctor Feingold, será proponer un diseño inteligente que revalorice la esencia y las necesidades biológicas que parecen haberse olvidado en los últimos años de evolución tecnológica.

Desde la aparición del hombre sobre la Tierra el desarrollo humano fue progresando de manera gradual y lineal. Pero a partir de la Revolución Industrial, hace alrededor de 200 años, empezaron a tomar forma grandes transformaciones. Miles de trabajadores rurales abandonaron los campos e invadieron las ciudades. A partir de entonces, las labores se empezaron a desarrollar mayormente bajo techo -en el ambiente artificial de las fábricas y las oficinas- y el trabajo se volvió más sedentario.

La velocidad de estos cambios, cuando la observamos a la luz de los 2,5 millones de años de evolución humana, es impresionante: representa el 0,008% de la historia del hombre sobre la Tierra. Y a pesar de que hoy en día el entorno artificial en el que nos movemos nos parece absolutamente natural, lo cierto es que nuestra biología -adaptada a las condiciones del mundo natural del paleolítico- no se ha podido ajustar completamente a estos cambios y ha producido un desajuste entre las necesidades biológicas de los hombres y su estilo de vida.

Estos desajustes serían responsables de enfermedades tales como la obesidad, algunas dolencias cardiovasculares, las cada vez más frecuentes alergias, algunas formas de depresión y el estrés crónico, entre otras.

Sedentarismo. A diferencia de nuestros ancestros que recorrían sin descanso la sabana, o de los campesinos que trabajaban con su cuerpo de sol a sol, la tecnología nos ha convertido en los seres humanos más sedentarios de la historia. Estar mucho tiempo sentado se relaciona principalmente con trastornos musculoesqueléticos producto de adoptar una mala postura por largos períodos de tiempo, que traen aparejados dolores de espalda, de hombros y de cuello. Pero no todas son molestias musculares. La inactividad prolongada también puede ser responsable de problemas relacionados con el control de la glucemia y el aumento de los triglicéridos y las grasas en la sangre, elevando así el riesgo de enfermedades del corazón.

Alergias. El espacio de trabajo necesita ventilarse, ya sea por medios naturales o mecánicos, para cumplir con dos grandes requerimientos ambientales que aseguran la calidad del aire interior: proporcionar el oxígeno necesario mediante el suministro de aire fresco del exterior y controlar la contaminación ambiental causada por la presencia de dióxido de carbono, olores, exceso de calor, emanaciones, microorganismos, etc. Cuando el ambiente no cuenta con estas condiciones comienzan a aparecer síntomas de disconfort y enfermedad que pueden ocasionar una variedad de molestias tales como sequedad de piel y mucosas, escozor de ojos, etc. Por lo tanto, mantener una buena calidad del aire interior evita problemas de salud o de incomodidad y reduce las enfermedades respiratorias y alérgicas.

Estrés. El estrés consiste en un esquema de reacciones “arcaicas” que preparan al organismo humano para la pelea o la huida, es decir, para la actividad física. El estrés era la respuesta adecuada cuando el hombre prehistórico tenía que enfrentarse a un peligro potencial, pero no lo es cuando el hombre actual tiene que esforzarse para adaptarse al trabajo en la oficina. El estrés suele ser síntoma de una mala adaptación y puede producir desde reacciones emocionales (ansiedad, depresión y fobias) hasta reacciones fisiológicas (cardiopatías, diabetes, etc.). Según algunos estudios, las personas que pasan más de 8 horas diarias sentadas tienen más del doble de probabilidad de estar ansiosas y 4 veces más de estar deprimidas que las personas que están de pie, aunque sea por períodos cortos.


(...) La nota completa, en el número impreso